En un mundo acelerado, donde se impone el pensamiento banal y las emociones fáciles, muchas obras de arte viven de ideas superficiales.
Tal vez tengamos que alejarnos de la espectacularidad de lo grandilocuente y estruendoso para prestar atención a lo minúsculo y silencioso, a lo apenas perceptible. Retirarnos para comprender la calma del lenguaje profundo, la belleza y la verdad.
Quizás ahí esté contenido el modesto espíritu revolucionario de nuestra época.
Trato de retratar la naturaleza de forma personal e intimista, recuperando la tradición romántica del paisaje anónimo e inmóvil. Creando atmósferas sugerentes que inviten a reflexionar sobre las cuestiones fundamentales del ser humano.
Y reivindicar que la única verdadera fuente del arte se encuentra en nuestro corazón.